Un áspid románticamente contemporáneo y flamenco

Y en ese proceso en el que se escalando los peldaños que van de la gloria del suelo al infierno del cielo, se tiene miedo al tiempo que se tiembla porque no hay gloria sin esfuerzo, ni gloria para quien no es capaz de soportar el sufrimiento con valentía. En este caso, desde enfrentarse por primera vez ante el todo o la nada, o pasar de ser una muñequita de caja de música o de lenguaje mimetizado a tener una expresión corporal y lenguaje propios, son los elementos que constituyen el alfa y el omega de 'Sierpe'.

Al igual que una serpiente, la piel de Vanesa Aibar cambia según está embutida en una bata de cola enrejada o bajo un sombreo que alcanza mil y una formas. Al igual que baila distinto cuando sobre su cuerpo se marca el compás a golpe de piedras, que cuando recibe la vibración del cante por soleá o seguriyas en la que Tremendo Hijo está bien p'arriba, ella deja constancia que conoce a conciencia los códigos no sólo del flamenco sino de la danza española.

Ya bien sea bailando fandangos en vertiente folklórica o en su variante flamenca onubense desolada por no saber donde el amor pasó la noche, o la petenera popular mejicana con los tangos, lo que queda patente en Sierpe es que Vanesa Aibar es una artista poliédrica. La bailaora jiennense tiene la suerte de poseer una expresividad corporal que la permite elaborar una obra, de poco más de una hora y cuarto de duración, en la que muestra las distintas caras que ofrece la profesión de artista; esa donde se pasa del éxito al fracaso, del día a la madrugada o del amor a la desolación y que muestran todas las caras que es capaz de poseer una misma figura en su proceso evolutivo.

No es tarea fácil exponer y utilizar de forma intrínseca el flamenco como forma de experimentación corporal. Vanesa Aibar en 'Sierpe' lo consigue. Ella es capaz de caminar sobre delgada la línea que separa la conexión o no con el público de todo cuanto se ejecuta en la escena, pero caminando hacia adelante sin olvidarse de los pasos recorridos es el mejor salvoconducto que se puede tener para cosechar el éxito, como así fue el caso.

Nota: Para ver la fotogalería completa realizada por Esteban Abión de este espectáculo, pincha aquí.