Llegaba Mayte Martín a Sevilla en alas de gran expectación y cómo se vió al terminar por los comentarios del público y su reacción no defraudo en absoluto, más bien al contrario. La gente quedó encantada y con ganas de más al salir de este recital con título tan austero, que nos ofreció momentos de alta intensidad técnica y emocional.
Comenzó la cantaora catalana con un par de granaínas dónde empezar a mostrar sus armas y templando el cante y consiguiendo quejios de una intensidad que se notaba en el silencio de la sala.
Continuó con unas bonitas peteneras,para atacar seguidamente uno de los momentos algidos de la noche,una serie larga de fandangos personales que la intérprete cargó de altisima intensidad dramatica.
Casi sin tiempo para respirar el curso del concierto nos pone una soleá antes de rebajar drama,que no calidad,con otra generosa tanda de cantiñas clásicas bien templadas.
Para terminar copla por bulerías con algún que otro giño a Sevilla que hizo que todo el público se levantara de sus asientos pidiendo más.
Cogiendo la guitarra, que Pedro Sierra había tocado con maestría durante todo el concierto, Mayte nos recuerda inmejorablemente a Manuel Molina volviendo a dejar suspendida con quietud su voz sobre el patio de butacas y provocando otra levantada ovacion, esta de despedida o, más bien, de hasta pronto.