Una canita al ‘alma’

03/08/22 Flamencomanía David Montes

Ficha Técnica:
Espectáculo:
Alma - Artista: Sara Baras - Lugar: Bodega Las Copas - Tío Pepe Festival de Jerez - Fecha: 2 de agosto de 2022 - Aforo: Tres Cuartos - Baile: Sara Baras, Marta de Troya, Chula García, Charo Pedraja, Daniel Saltares, Cristina Aldón, Noelia Vilches - Cante: Rubio de Pruna y El Mati - Toque: Keko Baldomero y Andrés Martínez - Flauta, saxo y armónica: Diego Villegas - Percusión: Antón Suárez y Manuel Muñoz 'El Pájaro'

Jerez, a 3 de agosto de 2022. La bailaora Sara Baras (Cádiz, 1971) llegó al Tío Pepe Festival en la noche de ayer con una propuesta en la que rendía tributo a su padre, recientemente fallecido, a través de un maridaje entre palos del flamenco y los boleros/tangos argentinos más universales. Sin más hilo argumental - ni conexión- que el puro placer de bailar en formato jondo la música que iluminaba los ojos de quien ya no está entre nosotros en el mundo de los vivos, la artista gaditana da una nueva vuelta de tuerca al porfolio de espectáculos de una compañía que, en estos 25 años de existencia, nunca ha defraudado. Al igual que anoche, que tampoco lo hizo. Y que a buen seguro disfrutó desde las alturas el coronel de infantería enamorado de una mujer de bandera que fue capaz de poner la semilla del baile flamenco en la Isla de León.

Después de más de cinco años en barbecho creativo tras el estreno de ‘Voces’ en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid en febrero de 2017 – y una pandemia mundial de por medio- la artista gaditana, afincada desde siempre en San Fernando, deja patente en esta propuesta que la única premisa es el puro placer de bailar. Y disfrutar. O, más bien, echar una canita al aire. En este caso, al ‘alma’. Dejándose llevar y llevando al espectador por un universo musical que no le es desconocido en el fondo, pero si en la forma y en las formas, este espectáculo que vio la luz en diciembre del pasado año en el Teatro de la Maestranza cumple sobradamente con la premisa cultural, formativa y hasta de ocio para todos aquellos aficionados en mayor y menor media a esto de lo jondo. 

Cultural porque pone de manifiesto que la música es el único lenguaje universal. El esperanto se escribe en pentagrama y bajo un alfabeto que entiende más de emociones que de fonemas, encaja como anillo al dedo en una propuesta que ofrece coreografías solitas y corales, pasos a dos llenos de complicidad y, sobre todo, una auténtica demostración de engranajes bien engrasados entre baile, cante y toque. Una compañía que lleva tantos años trabajando junta, que ya sabe cada uno qué tiene que hacer de manera casi automática. Formativa por cuanto tiene siempre de docencia para quienes se aproximan al mundo de la danza poder vivir en primera persona los entresijos de las grandes producciones que sólo artistas de este calado son capaces de soportar a todos los niveles – hasta el financiero- y de ocio porque es un espectáculo que no necesita de seres avezados en el flamenco, ni de plumas retorcidas en las lides jondas, para disfrutar de el.

A pesar de echar en falta un pase de mano que ayudara al público a seguir el espectáculo – muchas veces llegó a aplaudir sin saber si la pieza había acabado o no- por el oído nos llegaban diferentes covers en formato flamenco de incunables de como ‘Nostalgia’ de Gardel, que sirvió de obertura bailaora de Sara Baras en solitario asída al dolor presente de una seguiriya en la que el Rubio de Pruna está de bien p’arriba y El Mati da los veinte reales del duro en el macho de Manuel Molina, agarrándose a todo lo que daba el estribillo del inmortal tango de 1936 compuesto por Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián.

Y si el macho de ‘Nostalgia’ ya hizo que pagar el precio de la entrada ya valiera la pena, a pesar de las dificultades que tuvieron quienes estaban en las primeras filas para ver de forma adecuada tanto a Sara Baras como al cuerpo de baile - curioso que las entradas ‘más caras’ del Tío Pepe Festival sean las que peor visibilidad tengan en este tipo de espectáculos-, las once partes de las que se compone ‘Alma’ son un conjunto de islas que conforman un archipiélago jondo que se recorren en un crucero que tiene escalas en el garrotín, la bulería, la rumba, la caña, el polo, la soleá – sola y por bulerías- y los jaleos. Islas jondas cada una de ellas que van entrando en juego con incunables como ’Algo contigo’ de Chico Navarro – el paso a dos entre Sara Baras y Daniel Saltares es una oda la complicidad-, ‘Contigo aprendí’ y ‘Te extraño’ de Armando Manzanero o ‘Toda una vida’ de Machín en la que se escucha en off a Tía Juana la del Pipa.

Disfrutando en el escenario e irradiando esa energía a los tres cuartos del público asistente a la cita que convocó el Tío Pepe Festival de Jerez en su principal espacio escénico, este espectáculo quizás no sea la Medusa con la que llegara al Teatro Romano de Mérida para su festival de teatro clásico en julio de 2014 o tampoco se acerque a las ‘Voces’ - a las que antes hacíamos referencia- en las que se agarró de la mano de los más grandes del flamenco para rendirles pleitesía en 2017. Pero a buen seguro que quienes tengan la oportunidad de verlo en directo, podrán comprobar que ‘Alma’ es un espectáculo que cubre sobradamente esa necesidad de tener siempre presente a quienes se fueron sólo en cuerpo, pero no en presencia ni energía. Y esa necesidad de no olvidar lleva a Sara Baras a buscar lo mejor de sí misma a través del puro placer de bailar, tanto para los ojos que ven como para los que no, desnuda de cadenas, con la verdad de un cuerpo que no quiere que caiga el telón porque sólo bailando se siente vivo.

Y es que Sara Baras en ‘Alma’ no sólo tira de repertorio clásico de zapateado veloz, limpio y de sonido diáfano o giros imposibles que los vuelos del vestuario llenan de espectacularidad. Como tampoco es otra muestra más de ese baile ‘made in Sara Baras’, con el que lleva dos décadas y media llenando los teatros y acercando al flamenco a los más y menos aficionados de lo jondo y que nunca te cansas de ver. Es algo mas. Un paso más. ‘Alma’ es un espectáculo para el cielo y la tierra que, además, sólo artistas de su calado, fondo y formas se pueden permitir y que, por otro lado, nunca te cansas tampoco de escuchar, porque es imposible no disfrutar de grandes como Gardel, Manzanero, Machín o Chico Navarro a compás de los palos más clásicos del flamenco.

Es cierto que llevar el mundo del bolero al flamenco no es la primera vez que ocurre, como también es cierto que tampoco será la última. El flamenco ha bebido, bebe y beberá de esas otras músicas que llegan más allá del Atlántico de forma histórica y se ha nutrido de ellas. Y Sara Baras en ‘Alma’ lo hace. Por un motivo y por una necesidad, la de recordar. Baila para vencer a la nostalgia a base de cariño y de fuerza con su mejor herramienta: su cuerpo. Un cuerpo que, tras esa sonrisa eterna que la acompaña siempre que sale al escenario - el del Tío Pepe Festival en este caso- arraca una conversación entre los cielos y la tierra. La de una hija y un padre que hacen bueno eso de que sólo se muere cuando se cae en el olvido y por eso siempre es bueno recordar. Con cariño. Con nostalgia. Y, sobre todo, con el ‘alma’.

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