El espacio escénico acogió uno de los mejores recitales de cante de cuantos lleva esta Bienal de Flamenco de Sevilla con un espectáculo donde el legado de Morente, Chocolate y Fosforito fue el protagonista.
Bienal de Flamenco de Sevilla, a 22 de septiembre de 2020. Hay que tenerlos muy bien puestos para abrir casi en penumbra el Lope de Vega en la Bienal de Sevilla recordando a Morente y Riqueni por seguiriyas, sacando del baúl de los recuerdos jondos aquella mítica noche que ambos protagonizaron en Vitoria Gasteiz en su festival de jazz de 2006 o el pasaje similar que protagonizara Morente en la película Flamenco de Carlos Saura junto a Cañizares. Así, nada más y anda menos, se presentaron Pedro El Granaíno y Patrocinio Hijo para dar inicio a su particular homenaje a tres grandes del flamenco en los cielos y en la tierra: Morente, Chocolate y Fosforito. Después de esto ¿Qué podía salir mal? El duro estaba lanzado al aire y antes de caer ya sabíamos que salía cara.
Y vaya si salió cara, como la que se nos quedó a nosotros de felicidad por estar presentes en el teatro más bonito de Sevilla, viendo como se refrendaba en el escalafón cantaor un artista que gusta subir peldaños en conocimientos y formas desde algo tan fundamental como es la afición, esa misma que tiene de forma desmedida tanto por el cante y los cantes como por las cosas bien hechas.
De aperitivo vino el Morente más genuino y sólo acaba de empezar. Y después, alegrías y cantiñas y soleares aplolás de corte clásico, para así terminar de meter al público en el ambiente, por si a alguno aún le faltaba ese puntito para convertirse en una extensión del escenario y de paso llevarnos a través de su metal por esos festivales de verano que tanto hemos echado de menos este año y que tantas noches de gloria han dado Chocolate y Fosforito, que fueron quienes empezaron a entrar en juego.
En la malagueña del Canario y del Mellizo, además de los abandolaos, zángano incluido, así como en las peteneras – en las que arrancó otra de las ovaciones de la noche- el maestro de Puente Genil fue el protagonista, mientras que en los sonidos alcalaínos y lacerantes de la soleá y la seguiriya, respectivamente, o en las tarantas manueltorreras, el metal de quien naciera Barrio de San Mateo de Jerez y llenara de ‘chocolate puro’ el mundo de lo jondo, sacó las formas más clásicas y ortodoxas del Granaíno y su fiel escudero Patrocinio Hijo, quien no pudo estar más atento y más acertado, formando un tándem con el cantaor de simbiosis mutua. Se conocen a la perfección y eso se nota tanto en el escenario como fuera de el.
Casi hora y media de cante fue la que nos ofrecieron ambos, prácticamente en solitario, hasta que llegó la escolta que les arropó en el final para entrar de nuevo en el universo Morente. Y ese universo que es más Omega que Alfa pasaba indefectiblemente por el particular mundo de los tangos que dejó Enrique Morente y las estructuras melódicas que el ‘maestro de graná’ legara a la historia del flamenco. Y sabedor de que como se canta en familia es como se canta mejor, con los suyos alrededor, dejó la ‘salve a la gitana del sacromonte’ y ‘donde pones el alma’ para rematar una noche que tenía un regalo antes del final que nadie esperaba.
Desde la platea y entre los aplausos del saludo, se puso bajo las manos del Salvador, el Señor de los Gitanos, con una saeta de las que gustan hasta en Jerez. Sin cambios. De las que duelen. De pellizco más que de fuelle. Sin cambiarla. Por seguiriyas na mas. Una flecha al corazón a modo de oración cantada pidiéndole al que está en los cielos que nos saque esta y evocándonos a una cuaresma que nos robó el tiempo y que ya nunca volverá.
En definitiva, Pedro El Granaíno nos dejó a todos con el regusto de salir del Lope de Vega toreando de salón y dándole gracias al que estuvo en San Román por haber tenido la suerte de estar presente en lo que puede que haya sido uno de los grandes hitos en la trayectoria artística de un cantaor que se merece todo lo bueno que le pase porque es de esos artistas que le gusta de dar los ‘veinte reales del duro’ tanto en una peña, como en un festival de verano o un gran teatro como ha sido este caso, sin importarle nada más que las cosas hechas con gusto y el trabajo bien hecho, como ha sido el caso de este más que merecido homenaje a tres maestros fundamentales para esto de lo jondo.
Enhorabuena.
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