Manuela Carpio, Curro Albayzín y María Terremoto recibirán el ''Homenaje Flamenco'' de la A.C.F. 'Alegría 76-Pepa de Utrera''

05/09/19 Flamencomanía Redacción

Otra cumbre flamenca en “Alegría 76-Pepa de Utrera”. Otra vez tres. Tres generaciones de artistas. Tres flamencos de estirpe. Tres ortodoxos del cante y el baile, que hoy es ser lo más innovador en el flamenco. Jerez y Granada en Utrera, también tres. Flamenco del este y del oeste de Al-Andalus, de gañanía y de cueva, de zambomba y de zambra, de bulerías y de tangos. Tres artistas de cuna por naturaleza. Un triángulo equilátero de armonía y sabiduría flamenca. El cante nuevo que sabe a sangre de María Terremoto; el baile racial, inspirado y sin “ojana” de Manuela Carpio; y el arte multifacético del tío Curro Albayzín, la memoria viva del flamenco de Graná...

La Asociación Cultural Flamenca “Alegría 76-Pepa de Utrera” creó en 1976 su “Homenaje Flamenco” como un reconocimiento público a aquellos artistas que hayan destacado en la interpretación, promoción, divulgación y dignificación del arte flamenco en sus modalidades de cante, baile, toque y música instrumental. Esta distinción se ha consolidado por derecho propio como uno de los acontecimientos artísticos más prestigiosos de los celebrados en Utrera, como lo demuestra el insigne palmarés de artistas flamencos que lo han recibido en las últimas cuatro décadas, siendo hoy un referente en el panorama jondo a nivel nacional.

En esta 43ª edición, que coincide con la conmemoración del 10º aniversario de la pérdida de la musa de la entidad organizadora, Pepa de Utrera, se otorga a tres singulares exponentes de nuestro arte: dos ilustres veteranos del cante y el baile de todos los tiempos que ya han dejado su huella en el libro del flamenco y una adolescente cantaora que, fiel a su sobrenombre artístico, ha agitado las entrañas del flamenco y ya es una primera figura en el escalafón.

A MANUELA CARPIO. Homenaje Flamenco al Baile

Manuela, nombre de bailaora. De los Moneo y de los Carpio, apellidos de peso que resuenan al flamenco más rancio del barrio de San Miguel y de La Plazuela. Vive el cante y el baile gitano ya en las entrañas de su madre. Aquella niña que hace cuarenta y tantos años llevada por Manuel Morao puso en pie el sevillano Teatro Lope de Vega bailando dos minutos por bulerías, sigue siendo bailaora. Y desde unos años para acá quiere que el mundo lo sepa, es su necesidad vital, ha vuelto a calzarse los zapatos de clavos -punta y tacón- y a reaparecer en grandes escenarios tras muchos años dedicados exclusivamente a su noble tarea de maestra, en la que es santo y seña.

Si el genial artista francés Jean Cocteau tras ver bailar a la inmortal Carmen Amaya en un teatro parisino escribió que la gitana del Somorrostro era “el granizo sobre los cristales de una ventana”, La Carpio bien podría ser la cellisca o aguanieve que cae en las vidrieras de la Iglesia de San Miguel en el invierno jerezano. Porque el baile de Manuela es también atronador, arrebatador, racial, visceral, primitivo, casi feroz; flamenco a pelo, puro y duro.

Una bailaora de corte clásico, de rompe y rasga, de tronío, a la antigua usanza, de aquellas que en un revuelo perdían las peinas y los claveles reventones derrochando coraje sobre las tablas. Ella es una superviviente del baile gitano más ortodoxo. Heredera, conocedora y conservadora del compás de la tierra que la vio nacer, lleva en sus brazos, en sus manos, en sus pies y en su corazón, la esencia del flamenco de Jerez. Manuela defiende a ultranza la tradición en el escenario, no necesita buscar nuevos caminos para encontrarse. Ella sabe distinguir entre lo que es baile gitano puro, sin filtros académicos ni artificios, y lo que es danza.

El baile de La Carpio está hecho de repetidas explosiones de genio. No hay coreografía. Hay sólo baile. Jamás dos bailes de Manuela serán idénticos. Ella tiene el don de la gracia y el compás a los que suma un exquisito gusto en la puesta en escena, su belleza gitana y perfil flamenco, su alto nivel técnico, su dominio de las tablas, su total entrega y su poder de transmisión.

Manuela es así, como su baile, claro y transparente, pero con una personalidad aplastante. Un torbellino que arrasa el escenario, siempre imprevisible, sin más guión que su intuición y su espontaneidad, reinventándose en cada paso, en cada gesto, en cada mirada, en cada desplante, buscando la emoción que su pasión bailaora transmite.
En Manuela Carpio encontramos a una de las bailaoras más personales y temperamentales de la actualidad. Y tiene tiempo y arrestos para seguir triunfando como uno de los últimos eslabones de una forma racial e impulsiva de entender el baile. “Atención que ha ‘salío’ la reina a bailar...” Su real majestad, Manuela, La Carpio de Jerez.

A CURRO ALBAYZÍN. Homenaje Flamenco a la Trayectoria Artística 

Un sabio de la tribu de ojos verdes. Un personaje lorquiano que Federico imaginó en el paisaje de chumberas, pitas y cruces del Monte Sacro. Él está en el “Poema del Cante Jondo” y en el “Diálogo del Amargo”; él es un gitano de romancero. Curro Albayzín es mito y leyenda del Sacromonte. Se autodefine como artista flamenco, pero esa explicación esencial se queda corta para un polímata, un flamenco renacentista, un erudito de los cantes y bailes de Granada cuya únicas escuelas han sido la sangre y la propia vida.

En los años ochenta un doloroso quejío bajaba por la Cuesta del Chapiz. La zambra agonizaba y con ella el Sacromonte. La señal de socorro la lanzó Curro Albayzín, que imaginó y creó el espectáculo ‘Recordando el Camino’ para rescatar la zambra más tradicional del olvido. Se estrenó en el Isabel la Católica y giró por otros teatros del país ante un público entregado que conoció bailes inéditos interpretados por bailaores veteranos del barrio. Por primera vez salió de la cueva sacromontana la cachucha, la mosca, las manchegas, la alboreá, el fandango del Albaicín, el tango falseta, la zambra mora… sonidos poco conocidos fuera del arrabal pero que inspiraron a Falla o Ángel Barrios.

La gente, acostumbrada al baile individual, por soleá, por seguiriyas o por alegrías, se quedaba de piedra ante un baile de doce mujeres. Aquellas mujeres (la menor de setenta años, menos La Coneja y La Mona, que tenían cuarenta y cinco), encarnaban el espíritu del Sacromonte. Y Curro, todavía hoy, sigue luchando para impedir que el aparente polvo del olvido cubra la memoria de los hombres y mujeres que han engrandecido el flamenco de Granada, especialmente los de su monte sagrado. Porque el Sacromonte es un enclave flamenco único y exclusivo, un sorprendente yacimiento arqueológico en el que Curro sigue excavando para  sacar a la luz auténticas reliquias del arte jondo.

“No canta ni baila, pero no se lo pierdan”, la célebre definición que The New York Times dío de Lola Flores, pudiera tener su parangón en la figura de Curro Albayzín. No en vano, por su arte y por su embrujo, muchos lo consideran el alter ego masculino de La Faraona, su adoración artística junto a Carmen Amaya.

Curro el de “Los Cabreras” canta, baila, recita, compone, actúa, escribe, dirige, investiga, diserta, invita, recibe… y sigue luchando, riendo y llorando, como Boabdil, por su Granada, sus cantes, sus bailes, sus barrios y sus gentes. Curro Albayzín es un tesoro cultural de una época dorada y perdida, es la memoria cantada y bailada del flamenco sacromontano a ritmo de sonajas, bandurrias y castañuelas. Es el baile de la azucena, los tangos de la flor, la sangre gitana, la roa, el zorongo y los poemas de Lorca.

Es el capitán de su zambra, el sacristán y el relicario de su arrabal, el artista que “ni canta, ni baila...”, pero que la historia del Flamenco no puede perderse. Curro Albayzín, un patrimonio de la humanidad con minúsculas, un flamenco Maestro con mayúsculas.

A MARÍA TERREMOTO. Homenaje Flamenco a la Artista Revelación   

“Qué grande es el sueño mío. Fernández llevo dentro de mí. Terremoto fue mi padre y Terremoto he nacido”. Dichosa la rama que al tronco sale. Abuelos, padres y tíos, de los buenos manantiales se forman los buenos ríos. En el nombre del padre, del hijo… De los Fernandos. De los Fernández. Del que sacudía las entrañas de la tierra con sus seguiriyas y del que te partía el alma en dos con su eco y su pluma. De Juanito Mojama, del Tío Borrico y de María Soleá. Y también de la festera cantaora y bailaora María Márquez, del pintor de los gitanos Juan Grande y hasta de un futbolista de futbolistas llamado Antonio Benítez que vestido de verde y blanco derramó su arte y su clase con el balón en los pies por todos los estadios que pisó.

María siente el flamenco como algo propio que la vida le ha insertado en sus venas, algo innato para ella. Desde niña escuchaba en su casa los ecos de los más importantes artistas jerezanos de todas las épocas que pasaban las noches en vela compartiendo vivencias con su padre Fernando. Ella ha ido acumulando, en su cabeza y en su retina, esos huracanes de sabiduría que le llegaban cada noche, y ahora ha llegado el momento de darles una forma propia, sin olvidarse de todo lo que le precede.
A los nueve años llega un momento importante en su vida, ya que es reclamada por su propio padre, el gran Fernando Terremoto, para subir a las tablas de la peña flamenca que lleva su nombre. Ese día se produce uno de los momentos que será recordado para siempre por todos los que allí estuvieron, ya que sin pretenderlo, Fernando pasaba el testigo artístico a su hija María en lo que sería su despedida definitiva de los escenarios.

Su gran oportunidad le llega en febrero de 2016, durante el prestigioso Festival de Jerez. María realiza un recital flamenco en el Palacio de Villavicencio que deja boquiabiertos a propios y extraños, y que genera unas críticas en prensa sin precedentes para una artista de su edad, contaba con dieciséis años recién cumplidos.

Tras una temporada cosechando éxitos, llega el momento de su gran consagración como cantaora en La Bienal de Flamenco de 2016. El día 22 de septiembre de dicho año realiza un recital que muchos han denominado como histórico, llegando a ser nombrada por la prensa como ‘El estandarte del cante joven’ o ‘La verdadera promesa del cante’ entre otros muchos titulares.

Tras un aluvión de inmejorables críticas, se le concede el prestigioso premio ‘Giraldillo Revelación 2016’ siendo la artista más joven de la historia en conseguirlo, lo que la catapulta al primer plano de la escena flamenca. En 2018 recibe la prestigiosa ‘Venencia Flamenca’, galardón otorgado por la tertulia flamenca palaciega ‘El Pozo de las Penas’.
Tras recibir estos reconocimientos, María recorre ya los escenarios como una de las figuras imprescindibles del cante joven, triunfando en escenarios de toda la geografía española en una imparable carrera hacia el estrellato. La jerezana es la revelación, la rebelión y, ¿por qué no?, la revolución del flamenco hecha desde dentro.

Ya ha publicado su primer trabajo discográfico, “La huella de mi sentío”, una declaración de sus intenciones cantaoras, que fue presentado en la Bienal de Flamenco de Sevilla, compaginándolo con sus múltiples actuaciones para seguir dejando claro que su saga tiene un nuevo eslabón y que el flamenco puede estar tranquilo, aquí hay cantaora.

Su metal flamenquísimo, su fuerza envidiable y su absoluto dominio del compás no deja indiferente a nadie. Ha heredado el gen Terremoto, con virulencia en su cante y un gran poder de transmisión. Ella es el flamenco que viene. En el nombre del padre, del hijo… y de María Terremoto.

El acto de homenaje a estos tres singulares exponentes del cante y el baile se celebra la noche del 4 de septiembre en el recinto ferial y en esta edición se les entregarán a los homenajeados como galardones sendas obras pictóricas realizadas por el prestigioso y laureado artista plástico utrerano Abraham Pinto. Entre los artistas invitados de honor al acto figuran los homenajeados en ediciones anteriores Enrique “El Extremeño, Marina Heredia y David Palomar; además de los cantaores Jaime Heredia “El Parrón”, Juan José Amador, Felisa Donday “La Polvorilla”, Iván Carpio, Anabel Rivera y Jesule de Utrera; los bailaores Diego de la Margara, Israel Carpio “El Cachorro” e Ines Rubio; y los guitarristas Juan Diego Mateo y Antonio Santiago “Noño”. La presentación correrá a cargo del socio de la entidad promotora Manuel González Maqueda.

En honor a los artistas homenajeados actuará el cantante flamenco alicantino Antonio Santiago acompañado por Romero Pantoja a la guitarra y Antonio Montoya y Juan Suárez “El Bomba” a los coros y palmas.

La Asociación Cultural Flamenca “Alegría 76-Pepa de Utrera” sigue reivindicando que se preserve y promocione la tradición flamenca de nuestra Feria y que ésta siga siendo un punto de encuentro de los artistas y aficionados flamencos de dentro y fuera de nuestra tierra. Finalmente, la entidad organizadora expresa su total adhesión a la conmemoración del décimo aniversario del fallecimiento de su titular Josefa Loreto Peña “Pepa de Utrera” y también su recuerdo a la memoria del joven cantaor jerezano Manuel Carpio Heredia “Juanillorro”, que nos dejara en las visperas de la pasada Feria cuando tenía previsto acompañar a su prima y compañera de elenco Manuela Carpio a recibir nuestro tributo. Este Homenaje Flamenco también es para ellos.

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