Ficha Técnica:
Espectáculo: Libertad – Lugar: Auditorio Baluarte – Ciclo: Festival Flamenco On Fire – Fecha: 28 de agosto de 2021 – Aforo: Lleno
Cante: Antonio Reyes, Israel Fernández y Pansequito – Toque: Dani de Morón, Diego del Morao y Miguel Salado – Palmas: El Pirulo y Tate Núñez
Pamplona, a 29 de agosto de 2021. La noche más importante del Festival Flamenco On Fire de este año en el Auditorio Baluarte no consigue abrir la puerta grande. El espectáculo que la muestra nos tenía preparados para la jornada del sábado 28 de agosto con Antonio Reyes, Israel Fernández y Pansequito, nos dejó a muchos un sabor agridulce en la boca, no por lo que se cantó y se tocó, sino por cómo se desarrollaron los acontecimientos y eso nos lleva de nuevo a esa máxima que dice que ''los festivales flamencos de verano, no son para los teatros''. ¿Se cantó mal? No ¿Se tocó mal? No ¿Entonces que ocurrió? Pues lo de siempre, que cuando las piezas del puzle no encajan, los duendes deciden quedarse en su casa. Y fue una pena.
El cartel era de los de tarde grande de cante, toque y jondura. Eso vaya por delante, pero el hecho de que de diez cantes se repitieran siete; que no hubiera un guion entendible del espectáculo – porque era un espectáculo y se llamaba ‘Libertad’-; que el montaje del setup del fin de fiesta, con el telón abajo, durará más que el propio fin de fiesta, fueron algunos de los condicionantes más importantes que motivaron que tanto Antonio Reyes, Israel Fernández y Pansequito, que encabezaban un elenco artístico que contaba con Dani de Morón, Diego del Morao y Miguel Salado al toque y El Piruto y Tate Núñez al compás, dejaran para otro año abrir la puerta grande del Baluarte de Pamplona.
La noche comenzó con buen ritmo y buen son. Antonio Reyes tiró del cante por soleá marca de la casa para abrir plaza, arropado por un Dani de Morón que no vamos a descubrir ahora. Tirando el cante hacia atrás como a el le gusta, el cantaor chiclanero y el tocaor moronero supieron engarzar sus armas jondas para dejarnos un inicio de espectáculo que nos entonaba el cuerpo. Al igual que los tangos, a los que el Reyes siempre gusta de incluir a compás binario alguna sentencia fandanguera y cerrar con una candencia y armonía al alcance de pocos. Para cerrar su intervención, el fandango en su formato más natural y existencial puso el primer punto y seguido. Tres cantes. Algo más de media hora y pensamos que al no hacer las clásicas bulerías de despedida, esta sería la que conformara el fin de fiesta que nos anunció José Manuel Gamboa, que ejerció de maestro de ceremonias y presentador al inicio de la cita.
La segunda intervención vino de la mano del cantaor del momento. Tras su última visita al festival Flamenco On Fire en 2018 donde pudimos disfrutarle en la intimidad durante la presentación del disco ‘Universo Pastora’ en el lugar que el gran Pepe Habichuela bautizara como el ‘Candela de Pamplona’ (Hotel Tres Reyes), ahora llegaba al Auditorio Baluarte un Israel Fernández al que esperaba la gran mayoría de los asistentes en el patio de butacas y que, tras su intervención, no fueron pocos de ellos los que abandonaron la sala. Y eso en un teatro no puede pasar. Y menos en un festival de primer orden como es este que se está realizando en Pamplona.
Una vez más con Diego del Morao a su izquierda, el cantaor toledano (Corral de Almaguer, 1980) tiró para el levante en su primera intervención, dejando un ramillete de tarantos y cartageneras que arrancaron los oles de un público enfervorizado desde el primero de los fonemas. Por tientos y también por tangos tanto Israel Fernández, como el heredero de la casa tocaora más importante que ha dado el Barrio de Santiago, pusieron al público en pie con una de las ovaciones de la noche y, por último, por fandangos ídem de lo mismo. El mismo público que nada más verle abandonar el escenario gritaba eso de ‘’otra, otra, otra’’ al ver que no conseguían su objetivo, decidía poner rumbo a casa, pese a que aún quedaba una bala en la recamara con el sello de Pansequito, aunque eso a ellos parecía darles igual.
Dos tandas de fandangos, otras tantas de tangos, unos tientos y una soleá era el saldo que presentaba el espectáculo antes de comenzar a rematar una noche que, tras largo tiempo si verle por los escenarios, no éramos pocos quienes queríamos reencontrarnos con la singularidad de un cantaor con un sello personal como pocos tienen: José Cortés Jiménez ‘Pansequito’ (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1945).
Arropado por su inseparable Miguel Salado al toque, las formas características de exprimir los tercios del cantaor campogibraltareño por alegrías y cantiñas dieron un soplo de aire ante tanta monotonía, si bien nuestro gozo cayó en un pozo cuando como segunda entrega nos ofreció un cante por soleá y un tercero por tarantos, de muy buena factura eso si, pero que el creía que aún no se habían cantado esa noche. Tirando de hemeroteca, puso punto y aparte con unas bulerías, donde lo forzado del encaje de algunas de sus letras más clásicas hicieron que el público no mostrara el calor que se le presumía y le despidiera, eso sí, con un cariñoso aplauso.
Dos horas menos diez minutos habían pasado desde que se levantó el telón y Gamboa nos avisara de que no nos moviéramos de la butaca porque los artistas ''al final van a hacer algo juntos'' y, tras casi 10 minutos de espera llegó un escueto fin de fiesta donde, al contrario de lo que esperábamos, cada uno de los cantaores realizaron dos letras por bulería y, a la orden del más viejo del lugar, cogieron el camino de los camerinos dejándonos a muchos ese sabor agridulce por los que pudo ser y no fue, tras un minibis en el que El Pirulo hizo de escobero con una pataíta por bulerías.
Y así, tras más de dos horas de monótono recital de cante ofrecido bajo el título de ‘Libertad’, se nos quedaron en el tintero muchas de las cosas por las que esperábamos irnos para casa con las ganas de retenerlo en la memoria más allá de los tiempos. Es más, alguno a la salida no se explicaba como no se había escuchado ni un solo cante por seguiriyas o incluso una soleá por bulerías o un cante por malagueñas o granaínas o siquiera por caña y que el espectáculo se saldara sólo con dos intervenciones por levante, otras tantas por soleá, tangos y fandangos, unos tientos, unas alegrías, una bulerías en solitario de sólo uno de los cantaores y un fin de fiesta que duró más tiempo el montaje del escenario que lo que realizaron los artista como remate.
Cabizbajos no fueron pocos los que se marcharon para casa con ese sinsabor de no haber visto rematado un espectáculo donde no hubo mal cante, no hubo mal toque, ni mal compás de palmas, pero al que los duendes por el factor que sea tampoco quisieron acudir y nos dejaron dándole vueltas una vez mas a eso de que lo mismo ''los festivales flamencos de verano, no son para el teatro''.
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