Jerez, a 18 de febrero de 2022. La vigésimo sexta edición del Festival de Jerez no ha podido tener mejor comienzo. El homenaje y tributo que el Ballet Nacional de España está realizando al centenario del nacimiento de Antonio Ruiz Soler ‘Antonio El Bailarín’ ha sido el encargado de dar el pistoletazo de salida durante dos noches a más de dos semanas de intensa actividad jonda en la ciudad, con un espectáculo a la altura del artista al que se le rinde pleitesía. Así. Sin más.
Y es que si la danza española no se entendería tal cual la podemos disfrutar hoy sin lo que ha supuesto para la misma el artista sevillano nacido en el año 1921, este espectáculo que viera la luz por primera vez en el Teatro de la Maestranza de la capital andaluza en abril de 2021 y ha tardado casi un año en pisar las tablas del coliseo jerezano, realiza con buen gusto, de forma elegante y hasta nos atreveríamos a decir que, didáctica y pedagógica, un amplio recorrido por lo más granado de sus coreografías.
Dos horas y media de danza y de baile de alta escuela, que a muchos se nos hicieron cortas y no nos importaría volver a ver de nuevo las veces que hiciera falta - lo hemos hecho dos- porque este homenaje a Antonio ‘El Bailarín’ es una auténtica masterclass de primer nivel de tres de las cuatro disciplinas que engloban a la danza española - escuela bolera, flamenco y folklore- de las que tenemos que sentirnos muy orgullosos. Sería muy acertado que este ‘Centenario Antonio Ruiz Soler’ no desapareciera en mucho del porfolio de contenidos y representaciones de la compañía de baile más importante de España, para que quienes vayan llegando a la misma tengan este espectáculo como fuente de la que nunca deberían de dejar de beber para seguir avanzando.
Hoy en día son pocas las posibilidades que se tienen de poder disfrutar de grandes compañías como el Ballet Nacional de España, por lo que tener la oportunidad de ver estructuras corales y coreografías grupales con un amplio número de componentes no es algo que los aficionados a las artes escénica tengan la suerte de presenciar de forma habitual y, por tanto, es una obligación de todos aquellos que siente pasión por la danza (española) aprovecharlas hasta sacarles el máximo jugo.
Y más, si como es el caso, la escenografía de las Sonatas del Padre Soler – con la música en directo de la Orquesta Bética de Cámara en el foso- se realizan de forma completa y son toda una oda a la escuela bolera con pinceladas de clásico español, cuidada hasta el más mínimo detalle. Cada pose es una fotografía digna de un museo y la sincronización de reloj suizo es todo un placer para los oídos y la vista, donde hasta el saludo cumple con su misión litúrgica de devolver el cariño que profesa el público. ¡Que importante es el saludo y que poco se cuida últimamente!.
Además, tanto el recuerdo de ese histórico paso a dos - Vito de Gracia- que conformaron Antonio y Rosario que llegaba de la mano de un paso a dos en la corbata del escenario llego de genio y buen aire, como el flamenco con el que se da contenido a las ‘Estampas Flamencas’ creadas por Rubén Olmo y Miguel Ángel Corbacho también alcanzan cotas de gran calidad bailaora – y subrayo eso de bailaoras- en muchos pasajes. En primer lugar porque el trabajo de revisión de Rubén Olmo es acertado en tanto en cuanto toma de la mano la coreografía primitiva de Antonio, pero sin limitarse a copiarla sino a interpretarla y eso algo muy a tener en cuenta y de agradecer.
Y, por otro lado, porque evaluando y analizando la parte técnica, en los tarantos que ejecuta el propio Rubén Olmo nos deja un baile por tangos impecables, la participación de Matías López en el zorongo es tremendamente interesante y la lección de bata de cola de Noelia Ruiz por caracoles arrancó una de las grades ovaciones de la noche por méritos propios. Si lo anterior ya no era más que suficiente, entre los componentes del elenco que conforman este espectáculo hay nombres como los de Francisco Velasco, que fue el encargado de comandar un baile por martinetes que nos recordaba a ese Antonio coreografío este palo para la película ‘Duende y misterio del flamenco’ de Edgar Neville, además de que en la segunda parte fuera el encargado de realizar el Zapateado de Sarasate que tiene dominado de pitón a rabo.
¡Ah! Y no podemos ni debemos obviar el trabajo de Esther Jurado, encargada de dar vida de formas más que acertada la pieza Asturias de Albeniz enfundada en una negra bata de cola, que fue preludio de la pieza antes mencionada y que con la obra magna que tiene por título Fantasía Galaica daban contenido a una segunda de las partes que un amplio numero de asistentes se perdió porque creyeron que el espectáculo acabó con el bis por sevillanas de la parte flamenca, con el que se daba paso a un descanso y no a una despedida. Y fue una pena.
Fue una pena porque estas piezas son fundamentales en la trayectoria de Antonio ‘El Bailarín’ y que además estuvieron ejecutadas de forma maravillosa, muchos espectadores que pasaron por taquilla se lo perdieron mas por confusión que por decisión propia. Y eso lo tiene que cuidar cualquier el teatro. En estos tiempos en los que estamos acostumbrados a que ya no haya descansos entendemos que, si este existe, tiene que informarse de alguna manera antes del inicio porque un código QR en una cuartilla en una mesa no es un punto de información suficiente.
Ya sabemos que en estos tiempos de Covid y de nueva normalidad los programas de mano no están disponibles de forma física en el hall de ningún espacio escénico, pero hay información que debe garantizarse que llega al espectador antes del comienzo de la obra para evitar confusiones y/o cabreos posteriores por parte del respetable, con razón.
Pero dejando de lado esta salvedad, lo importante de la noche fue -a modo de resumen- el acertado homenaje a Antonio ‘El Bailarín’ que llevó como programa el Ballet Nacional de España bajo la dirección de Rubén Olmo a la apertura del XVI Festival de Jerez en la noche del jueves 17 de febrero es de esos que a uno le gustaría tener guardado en su videoteca. Si ustedes tienen la oportunidad de verlo, no se lo deberían perder por nada del mundo. El tratamiento que ofrece la visión de Rubén Olmo al trabajo de su paisano Antonio ‘El Bailarín’ es una exquisitez que se disfruta con todos los sentidos por lo que se ve, por lo que se oye, por lo que se respira, por lo que paladea y por lo que hasta se puede sentir. Y si me apuran, les digo que ver este espectáculo hasta lo deberían prescribir aquellos que se dedican a estudiar los sentires del cuerpo humano porque la danza, esta danza, es uno de los mejores medicamentos de cuantos existen para curar y soliviantar los problemas del músculo del alma.
No se la pierdan. Háganme caso.
Enhorabuena.
NOTA: Debido a la gran extensión de artistas participantes y obras representadas, la ficha técnica del espectáculo pueden consultarla en el siguiente enlace - CENTENARIO ANTONIO RUIZ SOLER - BALLET NACIONAL DE ESPAÑA
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