Niña Pastori se lleva el cariño de Pamplona, a pesar del sonido

27/08/21 Flamencomanía David Montes

Pamplona, a 27 de agosto de 2021. Ocho años después de su último paso por la primera edición del Festival Flamenco On Fire en 2013, María Rosa García García ‘Niña Pastori’ (San Fernando, 1978) llegaba de nuevo a Pamplona con un motivo más que justificado: la celebración del 25 aniversario de sus primeros éxitos artísticos. Esta cantante y cantaora, que desde los 9 años ya era conocida por la zona de Cádiz y que, como muy bien expresó en su presentación Manuel Martín Martín, fue en el homenaje al Niño de los Rizos (1991) en la capital andaluza donde se empezó a descubrir para la afición, volvía de nuevo a la capital navarra para reencontrarse con una afición que agotó el papel para estar presentes en su concierto.

Pero nuestro gozo en un pozo. Una vez más ese refrán que habla de las noches de expectación se hizo realidad. Y precisamente fue una pena que se tuviera que hacer realidad en la noche que muchos tenían tachada en rojo en el calendario, porque los músicos pusieron todo de su parte para hacer disfrutar al público, pero ya bien sea por las condiciones acústicas del auditorio o por problemas de otra índole, en esta ocasión Niña Pastori no ha podido poner la cruz en la casilla del éxito en su escala en el festival Flamenco On Fire.

A pesar de contar en el patio de butacas con un público entregado, bailando, tocando palmas, jaleando y coreando muchos de los temas que dan contenido a este aniversario con el que está recorriendo España bajo el lema de ‘lo que quiere el alma’, fue una pena que el sonido ensordecedor más propio para espacios abiertos que de este tipo de auditorios, nos impidiera disfrutar de una artista que se ha ganado a pulso la posición que ostenta dentro del mundo artístico y de la cultura musical española. Las oficinas que llevan la gestión de este tipo de artistas de tanta magnitud, deben ser conscientes de donde van a actuar y gestionar de forma coherente los recursos que se van a poner en marcha para que no sobre ni falte nada, sobre todo en materia acústica, porque si bien es cierto que lo habitual es realizar estos conciertos en lugares donde la potencia es necesaria, en un auditorio donde una orquesta actúa sin microfonía y se la escucha perfectamente el exceso de decibelios no es precisamente lo que mejor soporte un espacio como el Baluarte, un lugar que ha acogido ya muchas noches de gloria en un festival que hace continuos esfuerzos por que todo salga de la mejor manera posible de forma continua.

Estas cosas deben cuidarse mucho por parte de quien corresponda, porque si bien nada más llegar a los aledaños del auditorio Baluarte el ambiente que se respiraba era el de noche grande, de esas de las que nos podíamos haber quedado guardadas en la discoteca de nuestra memoria, no es de recibo que por culpa de un tercero los duendes decidan quedarse en su casa debido al ruido – mas que sonido- que se ofrecía a un público, entre el que nos encontrábamos, que seguía las canciones más porque se las sabe de memoria que de escuchar la voz de la protagonista. Y es que, bajo el enorme set de percusión instalado en el escenario y los coros, el piano y la guitarra, en muchas ocasiones ni siquiera podíamos oír a Niña Pastori, salvo en pasajes como el medley que hizo en formato íntimo con el piano o en aquellos momentos donde los arreglos le permitían poder sobresalir.

Durante casi dos horas, si a quien correspondiera hubiera diseñado un sonido acorde a un espacio cerrado como es el auditorio Baluarte y no para un espacio abierto modo ‘campo de fútbol’, ahora mismo le estaríamos contando como disfrutamos de temas clásicos del repertorio de Niña Pastori como ‘Eres tan pequeña’ o ‘Amor de San Juan’ que llegaron tras una preciosa intro en formato de vídeo donde se repasaba sus primeros pasos artísticos. Y también de otros temas como ‘Válgame Dios’, ‘La Azotea’ o ‘La habitación’ que junto con un extenso popurrí con letras de sus primeros discos y ‘Dime quien soy yo’ compusieron una primera hipotética primera parte a la que le daba intermedio un cambio de vestuario.

El medley a piano antes citado, junto con otro a compás de rumbas, de nuevo para dar cabida a pinceladas de su discografía, además de ‘Cuando te beso’, ‘Ese gitano’, ‘Contigo’, ‘Para qué’ y ‘La orilla de mi pelo’ dieron cobertura a la segunda parte de un espectáculo que acogió de forma muy cariñosa un público al que le correspondió Niña Pastori con un trío de bises, cambiando la disposición del esquema del escenario. Arropada por las cuerdas de la orquesta, con ‘ya no quiere ser’, por bulerías y con ‘Yo tengo una cosa’, se nos despidió Niña Pastori en una noche que, debido a esos imponderables que no tienen ya solución cuando un concierto comienza, nos hubiera hecho disfrutar mucho mas de lo que lo hicimos anoche.

Esfuerzo todo el del mundo por parte de los artistas y no fueron pocas las entradas y salidas de algunos músicos, entendemos que, para corregir cosas, pero cuando hay que luchar contra el viento – sonido en este caso- de forma constante, las ganas conforme pasa el tiempo hacen que lo que hubiera sido una noche inolvidable se nos quedase en una en la que la sensación de lo que pudo ser y no fue nos mande para casa menos contentos de lo que esperábamos.

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