Estrella Morente ha sido la encargada de protagonizar la principal cita de la segunda jornada del Festival Flamenco On Fire de 2018. La artista granaína llegaba a la capital Navarra arropada por todos los suyos para ofrecer en el Auditorio Baluarte un concierto donde el espíritu de su padre Enrique tendría un peso tan fundamental como importante durante toda la velada.
Ser heredera de uno de los legados con mayor peso actual dentro del mundo del flamenco no es fácil de sobrellevar. Y con un concierto que fue desarrollándose de menos a mas, durante algo más de dos horas, la mayor de los hermanos Morente Carbonell fue la responsable de devolver, si no entero sí que en parte, el cariño que su padre le profesaba a esta tierra en la que se asienta este festival flamenco.
Las formas y maneras de Enrique Morente son inconfundibles. Quien fuera el patriarca de esta familia – que en santa gloria esté- dejó una huella imborrable y, desde las tonás, deblas, corridos y pregones de inicio en las que se apoyo en los coros a modo de intro, hasta las archiconocidas letras que moran en lo alto del cerro de Palomares por tangos, se pudo ir comprobando. Estrella es la encargada de mantener este legado y de que sus hermanos sigan la estela que dejó su padre y que ella trata de seguir con la mayor fidelidad posible. Ya bien sea endiablando el tempo y el ritmo de la caña, abandolando los versos del Poema del Joven o recordando a Carlos Cano a través de su padre en las letras de la 'Habanera Imposible' que realizó en compás de bulerias.
Extensa es la familia de los Morente Carbonell. Tanto, que este año Estrella engrosó su séquito habitual para darle también sitio a su primo Agustín Carbonell 'El Bola' y que este refrendara ante el público el reciente premio 'Bordón Minero' de La Unión que ha obtenido mientras ella se tomaba un descanso, a nuestro parecer, demasiado largo. Mas de 20 minutos de reloj en el centro de un espectáculo no es la mejor manera de que, si lo que se pretendía era realizar un hipotético corte para dividirlo en dos, con otro posterior de bulería en formato de solo no es que precisamente se consiguiera.
Una vez de vuelta Estrella, se recuperó la senda morentiana a través de las bulerías Sevilla-Moguer en una versión distinta a las que le produjera y arreglara Josemi Carmona a su padre, si bien los textos de La Noche de Juan Ramón Jiménez sí que fueron seguidos al pie de la letra y, posteriormente, encaró la malagueña de Manuel Torre y sus flores amadas junto a su primo, y unas mineras junto a Montoyita para así ir dejanto el cante más ortodoxo a un lado y encarar la recta final del concierto recuperando letras y temas que han situado a la cantante y cantaora granaína en el top del escalafón artístico actual.
Los compases de 'Una espina clavá' y 'Soledad', junto a una más que conseguidas sevillanas en honor y gloria a Lola Flores, en las que usaba míticas letras de la faraona para darles contenido, cuerpo y vida, antes del rematar la faena con los tangos autóctonos donde el Cerro de Palomares era el nexo de unión entre unas letras y otras, dejaron un concierto en el que el público asistente tuvo la oportunidad de poder ver y disfrutar a una artista que ya la historia del flamenco le tiene un sitio guardado, tanto por el halo de misterio y magnetismo que desprende su figura como por ser la continuadora de un legado en el quedó patente que la familia es tan inseparable como importante.
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