“Hoy en la danza española y en el baile
flamenco todo es bailable”, afirman Rafael Estévez y Valeriano Paños. Lo son
todos los palos flamencos, aunque hubo un tiempo en que existía una frontera
entre los cantes para ser escuchados y aquéllos destinados a ser bailados.
Aquella línea divisoria se empezó a borrar gracias al atrevimiento de grandes
figuras como Vicente Escudero, Carmen Amaya o Antonio El Bailarín, que danzaron
por primera vez palos que nunca se habían bailado. Entre otras cosas, la toná y
la liviana que, según Antonio Machado y Álvarez 'Demófilo', eran cantes para
ser escuchados y no formaban parte del territorio de la danza.
El lenguaje estético que abanderan los
coreógrafos Estévez y Paños, al frente de su compañía desde 2003, se ha
caracterizado siempre por la ruptura de los códigos dancísticos establecidos
que, partiendo de la investigación de las formas primigenias, permitan
vislumbrar los nuevos caminos expresivos. “Recuperar, reconstruir,
deconstruir”, aseguran que forman parte indisoluble de su línea de trabajo.
En su incipiente trayectoria en común han
dejado prueba fehaciente de que hoy todo es bailable. “Hemos bailado desde los
cantes libres para escuchar, a la afinación de una guitarra, desde una melodía
que se repite o un bajo de danza, a la partitura más compleja y sofisticada”,
confiesan.
Tres
“bailables”La
obra que estrenan en el Teatro Villamarta se estructura en tres “bailables”,
que interpretan junto a las bailarinas Nadia González, Sara Jiménez, Macarena
López y Carmen Muñoz. El primero engarza saetas, seguiriyas, martinete,
carcelera y tonás. El segundo comienza con una fantasía sobre los “ayres
antiguos españoles”, pasando por sevillanas, cachucha y tangos. El tercero va
de tanguillo a pregones, desembocando en la “soleá apolá de la horrible
catástrofe”. Y el “bailable” final conlleva “aires pre-flamencos, flamencos y
del folklore español'.
El espectáculo tiene como único sostén
musical al cantaor y músico polifacético Matías López 'El Mati'. Saetas, tonás
y seguiriryas, raras por antiguas y que hoy están casi en desuso; cantes poco
habituales y noticias del siglo XIX sobre sucesos trágicos que, con el tiempo,
se han convertido en coplas de soleares, sevillanas o cantiñas también han
centrado el interés de Estévez y Paños.
Con todo, crean “un discurso teatral y
estético para esta fantasía abstracta en la que volvemos a amalgamar, desde la
contemporaneidad, los distintos estilos de la danza española”. Una labor que
siempre llevan a cabo “desde el respeto a la tradición y desde la convicción
propia” de que en lo antiguo uno puede hallar lo moderno.
Entre los hallazgos figuran sevillanas
del maestro Otero o de Juanjo Linares “con mucho encanto”, en opinión de
Valeriano Paños. A su juicio, 'Bailables' es “el espectáculo más extremo” que
han puesto en escena. Un proyecto que ha contado con la colaboración de
Faustino Nuñez, en el apartado histórico-musical, y de Antonio Ruz, en lo
referente a la coreografía.
El encuentro entre Rafael Estévez,
discípulo de Manolo Marín y Merche Esmeralda, y Valeriano Paños, que creció
artísticamente en la Compañía Andaluza de Danza, a las órdenes de Mario Maya, y
en el Ballet Nacional de España, se produjo en 2003. Tras debutar con ‘Tiempo’,
presentaron ‘Muñecas’ -su primera comparecencia jerezana- y ‘...a piano’. El
primer proyecto en gran formato fue 'Flamenco XXI', desvelado en la Bienal de
Málaga 2007.
Después vendría 'Sonata', al tiempo que
atendían galas de estrellas de la danza en España y Japón, y coreografiaban
para Lola Greco y para ‘Goyesca’ en Suma Flamenca 2008, así como el espectáculo
‘Flamenco Hoy de Carlos Saura’, participando en su película ‘Flamenco,
Flamenco’. Se aliaron con el músico experimental Artomatico en 'Danza 220V',
donde también participó el contemporáneo Antonio Ruz, quien los requirió para
sus 'Ojo' y 'À l'espagnole'. Y dieron a luz nuevas creaciones como
'Preflamencos' y 'Romances', antes de estrenar 'La Consagración' en la Bienal
2012, donde fue Giraldillo a la Mejor Coreografía.