El ‘último mohicano’ del Canta Jerez salva del desastre la primera noche de la Fiesta de la Bulería

18/08/22 Flamencomanía David Montes - Fotografía de portada: Tamara Pastora (Flamenco de Jerez)

Ficha Técnica:
Espectáculo:
Toda una vida (Fiesta de la Bulería) – Artistas: Ángel Vargas, María Vargas, Romerito de Jerez y familia de Tío Juane – Lugar: Alameda Vieja, Jerez – Fecha: 17 de agosto de 2022 – Aforo: Un tercio – Cante: Ángel Vargas, María Vargas, Romerito de Jerez, Nano de Jerez, El Gordo, Niño de la Fragua y Manuel de la Fragua – Toque: Domingo Rubichi y Romerito Hijo – Palmas: Ali de la Tota, Javi Peña y José Rubichi

Jerez, a 18 de agosto de 2022. La Fiesta de la Bulería de Jerez arrancaba en la noche de ayer con más pena que gloria en la Alameda Vieja su edición de 2022. Con un tercio de la mitad del aforo, siendo generosos, la cita con la que se tenía previsto rendir homenaje un año más a artistas que se han llevado ‘toda una vida cantando’ mostró serios síntomas de ser un producto agotado y que pueda ir más allá de esas pinceladas de ‘arte añejo’ que servían de prólogo de la única noche que ofrecía este festival en tiempos pretéritos y cuyo cuadro organizaba la Federación Local de Peñas Flamencas de la ciudad.

Y es que con más voluntad que ganas, fuerzas y facultades, el elenco que se subió al elevado escenario que hace de espacio escénico este año trató de salir a duras penas de lo que en el argot se podría considerar como ‘una encerrona’. De todo el elenco que fue ‘pasando por la silla de enea’ sólo Manuel Romero Pantoja ‘Romerito’ pudo sacar adelante con solvencia la parte que le correspondía, demostrando que a sus 90 años aún hay ‘último mohicano’ del Canta Jerez para rato, como a le mismo le gusta definirse. Sólo él y Paco Cepero quedan entre nosotros de aquella mítica grabación y, ojalá, Dios los guarde muchos años para poder seguir disfrutando de ellos. Con ellos. Y de su arte.

Vaya por delante que las canas se merecen un respeto. Y los años también. Y aquí no estamos para hacer escarnios, sino para poner en liza que hay cosas que a nivel de organización y/o producción deben estar mucho más controladas. Sobre todo, porque distan mucho del cariño con el que se han tratado estos espectáculos en otras ocasiones y en otros lugares. Sobre todo, porque para quien aún tiene en la memoria el espectáculo de título homónimo que acogió la Bienal de Sevilla de 2014 en el Teatro Lope de Vega con ‘venerables’ de toda Andalucía, sabe perfectamente que este tipo de encuentros corren siempre un alto riesgo de estrellarse si no se cuida la producción al detalle. Y si no que se lo pregunten a quienes participaban de esas reuniones malagueñas que organizaba Alfonso Queipo de Llano (q.e.p.d.). Y sobre todo también, y esto es fundamental, porque los artistas que ayer se subieron al escenario, hasta no hace mucho tiempo, nos han dado noches de gloria de flamenco de alta fidelidad a nivel internacional, con sus guiones y sus haches.

Y es que la delgada línea que hace funcionar o no a este tipo de espectáculos con artistas que lo han sido todo – hasta Medalla de Oro de las Bellas Artes- es la premisa que hace triunfar actualmente otras programaciones: cortito y bueno. Exponer a la exigencia de enfrentarse a cuatro palos del cante a un veterano de lo jondo, durante 30 o 35 minutos y sin más descanso e intermedio para recuperar el aliento que el aplauso del respetable, es un error de principiante que terminó procando lo que ocurrió: que subiera exponencialmente el riesgo de lo que podía pasar, llegando al punto de que el público en vez de irse para casa con un bonito recuerdo, lo hiciera con la sensación de que los artistas no se merecían ese trato que se les estaba dando. Por no hablar de los que desconectaron de lo que pasaba en el escenario y estaban ‘de tarro’ entre las butacas, yendo a por una copa durante la ejecución de los cantes o, los más lanzados, hasta ligando.

En esta crítica no voy a entrar en alguna otra valoración más allá que, de todo lo vivido, descanso para hacer caja en la barra incluido, lo único rescatable de la noche de ayer fue una pequeña pincelada del Nano de Jerez por tangos y la intervención al completo de Manuel Romero Pantoja ‘Romerito’ (Jerez, 1932), quien a sus 90 años se peleó con solvencia con la soleá de Frijones, por tientos y tangos puso al público en pie con un ritmo y un compás envidiable, por bulerías sacó a relucir el decir corto de su barrio de Santiago así como el espejo caracolero en el que se mira, además de las hermanas de Utrera. Por fandangos cuajó una intervención que nos recordó a aquella última vez que pasó por la ciudad en un Viernes Flamenco de los que se hacían en el Alcázar, atreviéndose a rematar el último sin microfonía.

Y fue el, y nadie más que el, Romerito, el hermano del Guapo, el que rescató y trajo a su tierra Antonio Ojeda para poner fin a un inmerecido destierro aquel Viernes Flamenco de 2014 - 15 de agosto para mas señas-, quien salvó del desastre en la Alameda Vieja una noche que podría haber pasado al recuerdo, pero que quedó en una noche más de las muchas que lleva un festival flamenco de verano que no levanta cabeza o no le dejan levantarla porque a algunas mentes preclaras de la ciudad no les interesa.

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