El lamento hecho cante

Cuando se canta con el alma porque con el cuerpo no se puede, cuando el lamento se convierte en cante, cuando los nervios te pellizcan en el estómago porque no sabes si estás viviendo un cuento o una realidad, no hace falta llamar a los duendes del flamenco porque estos vienen solos. En el recital de Antonio Agujetas y Domingo Rubichi en la Peña Flamenca ‘La Bulería’, los amantes y aficionados del flamenco, tocamos el cielo con las manos.

Más de un año de ausencia de los escenarios, que levantaron una expectación que llenó el salón de actos de la peña, era motivo más que suficiente para marcar la cita en rojo en el calendario porque, hoy en día, es complicado encontrarse con un flamenco más ortodoxo, más bien dicho y más de verdad que el que esta casta ‘agujetera’ aporta al flamenco. Magistralmente arropado por la guitarra de su primo, Domingo Rubichi, el flamenco que ya no se escucha volvió a tener cabida en los bastiones jerezanos de flamenco: las peñas.

Consciente Antonio Agujetas que es “un cantaor de aficionados y aquí habéis mucho que habéis venido a verme”, comenzó con Malagueñas de Chacón y del Mellizo, que la peleó hasta el final, se quitó los nervios del inicio y se centró en el cante por soleá que pueden ver en el video de esta noticia y, cuya primera parte, cerró con fandangos marca de la casa ‘Agujetas’.

Por tarantos, los de Manuel Torre sonaban a ecos del siglo pasado, comenzó la segunda parte. En la Bulerías pa’ escucha, donde alguno comentó “es el Agujetas que más compás atesora en su cante”, se acordó de sus ancestros ‘Carapiera’ y ‘Agujetas el Viejo’, ligando los tercios hasta la extenuación, al igual que en las seguiriyas donde el público acabó en pie. A petición de su primo, Domingo Rubichi, hizo dos martinetes y una debla inmensos y por bulerías, las antiguas, la de su abuelo ‘El Viejo Agujetas’ se permitió el lujo de recordarle a los presentes que la Bulería es de Jerez, y aquí en esta tierra tiene patente de corso.

Con la felicidad de llevarte en el cuerpo una de esas noches que, cuando pase mucho tiempo, aún perdurará en la memoria, nos marchamos henchidos de satisfacción porque oportunidades de vivir tan intensamente una cita flamenca como esta no se tienen todos los días. Los minutos fueron segundos, y los segundos fueron suspiros. Suspiros del alma transformados en cante, por Antonio Agujetas.