De atrás p'alante

Hasta la cuarta jornada no ha llegado el cante en formato minimalista al Festival de Jerez con ‘Los Conciertos de Palacio’. Este ciclo, que se ha convertido ya en un clásico de la programación complementaria, ofrece cada año una programación donde la naturalidad y la ausencia de aditivos en el toque y el cante son su principal característica.

En esta edición, la responsabilidad de aperturarlo ha recaído en el cantaor jerezano Miguel Londro, a quien estamos más acostumbrado a verle en el ‘atrás’ del Villamarta o la Compañía durante el festival y a quien echamos bastante de menos dentro de los distintos ciclos de pequeño, mediano y gran formato que se realizan en Jerez.

Acompañado por la guitarra de Jesús Guerrero, con quien comparte giras dentro de la escolta musical que arropa a Miguel Poveda, el cantaor jerezano echó ayer la silla de cantar cinco metros para delante y propuso, sobre el escenario de la sala noble del Villavicencio, todo un recorrido cantaor magnífico, al que ayudaron a su magnificencia en los cantes a compás las palmas de Carlos Grilo y Javier Peña.

Por alegrías, compás y toque le dieron cuerda a un metrónomo en que se sumergió el Londro para que peleara los cantes hasta el final, modulando los tercios y aguantando los silencios de forma sobresaliente. De lejos se nota que, con solo una mirada, se entendían perfectamente los cuatro. Muchas horas de vuelo juntos había ayer sobre el escenario y eso es un placer para los sentidos. Por malagueñas, nos trajo recuerdos mellizeros antes de sacar a pasear la rondeña y la jabera en formato abandolado y así preparase la voz para entrar en el mundo acompasado  de unos geniales tientos y tangos.

Dando las gracias al público por su asistencia, cruzábamos el ecuador del recital y Miguel ‘Londro’ entraba en el terreno más esencial del cante. Dedicando a Shoji Kojima su intervención por soleá, nos montamos en el tren del cante. Enorme Londro y enorme Jesús Guerrero. Sacamos el billete en Alcalá, hicimos una breve escala en la utrera jerezana y recogimos en la estación de Jerez a Juan Talega antes de irnos a visitar a los cantaores de Cádiz. Por siguiriyas, dos letras, no hicieron falta más. Lloramos por los rincones de Manuel Torre y nos despertamos con el sonido de los campanilleros en la madrugá.

Sin querer ya había pasado una hora. Tocaba despedirse y le llegaba el turno a la Bulería, siempre encargada en esta tierra de poner siempre punto y final a los recitales. Con un soniquete lleno de buen son y toque, nos fuimos paseando con la Perla y los Chalaos hasta llegar al monte calvario donde Jesús Nazareno capitanea una tierra que debería tener más presente a este cantaor dentro de sus actividades y que no solo pise su casa con la programación del Festival de Jerez.