Ficha Técnica:
Espectáculo: Solera y Compás – Artista: Santiago Lara, Antonio Reyes, María Terremoto y Joaquín Grilo – Lugar: Patio de la Tonelería / Tío Pepe Festival (Jerez) – Fecha: 9 de agosto de 2022 – Aforo: Tres cuartos – Cante: Antonio Reyes, María Terremoto, Carmen Grilo y Juan de la María – Toque: Santiago Lara, Antonio Higuero, Nono Jero, Antonio González y Francis Gómez – Baile: Joaquín Grilo – Percusión: Perico Navarro – Palmas: Tate Núñez, Diego Montoya, Manuel Vinaza, Manuel Valencia, Manuel Cantarote y Juan Diego Valencia
Jerez, a 10 de agosto de 2022. En estos tiempos donde está de moda poner en entredicho la viabilidad a largo plazo de los festivales flamencos de verano, el Tío Pepe Festival de Jerez parece haber encontrado en su ciclo ‘Solera y Compás’ la fórmula exacta que puede permitir que esta cita se consagre como un evento ineludible en Andalucía. El objetivo está claro: cortito y bueno. Y lo de ayer martes fue una demostración más de que lo mucho cansa, pero lo justo gusta.
Casi tres horas de espectáculo con cuatro artistas consagrados de amplio bagaje en este mundo de lo jondo cumplieron un capítulo más - y ya van cuatro- con la premisa que tiene por objetivo este ciclo y si no que se lo pregunten a las casi 800 personas que fueron testigos de excepción de lo que decimos, quienes fueron fedatarios en el Patio de la Tonelería de la Bodega González Byass de la magnífica sesión de cante, toque y baile – por este orden- que protagonizaron Santiago Lara, Antonio Reyes, María Terremoto y Joaquín Grilo.
Y mucho que ver de este éxito lo tiene, sin lugar a dudas, la estructura que se lleva a cabo donde el toque solista y de concierto ejerce de obertura. Si. Solista y de concierto. Todo un acierto poder tener la oportunidad de ver sobre este tipo de festivales las capacidades de quienes suelen ser escolta más que punta de lanza. Lo dicho. Todo un lujo. Y si ese sonido además te llega de las manos de un artista como Santiago Lara (Jerez, 1984), pues no hay más que añadir.
Tras su paso el año pasado por el ciclo municipal de ‘Noches de Bohemia’ para presentar su último trabajo discográfico (Tu canción en mi guitarra, 2021), este artista al que Jerez aún no le ha dado el sitio que se merece por méritos propios desde hace largo tiempo, se escoltaba de Antonio González como segunda guitarra y la percusión de Perico Navarro para mostrar las cartas credenciales que lo encuadran dentro de ese elenco de elegidos que conforman la Edad de Oro que está viviendo el toque jerezano en estos últimos tiempos.
La musicalidad de la soleá ‘Maestro Eterno’ que le dedicó a Paco de Lucía, la limpieza de ejecución y sensibilidad mostrada en las alegrías que dan nombre a su disco Sentimientos Nuevos y dedicada a su hija primogénita, así como la bulería ‘concuerda’ de ese mismo disco editado en 2012, nos llevaron tanto a esa época donde el maestro enseña el camino al alumno, como a esa otra donde el alumno no olvida al maestro, pero adquiere personalidad e identidad propia. Y si lo anterior no era suficiente, el tributo que le hace a Chick Corea con ‘Armando Rumba’ son la prueba del 9 de todo lo anterior que indicamos, al confluir elegancia y buen gusto como patentes de corso de este primer espada de la prima y el bordón.
Por soleá decidió Antonio Reyes (Chiclana, 1976) saludar al público. Escoltado por un impecable Antonio Higuero al toque, el de Chiclana tuvo a bien meter un punto más de velocidad de la que nos tiene acostumbrados a la ejecución de la reina de los cantes y el binomio Reyes-Higuero, Higuero-Reyes – tanto monta, monta tanto-, volvía a funcionar con la precisión de un engranaje de reloj suizo. Impecable tanto en la vertiente alcalaína con Juan Talega en el diapasón de su voz, como enérgico cuando se encuadró en los cantes de Los Puertos para el cierre, tras rendir honores a Jerez en ese recorrido, el artista chiclanero dejó patente que venía a este ciclo a jugarse los cuartos y a no salir por mas puerta que la grande.
Y si por soleá llegó uno de los momentos estelares de la noche de Antonio Reyes en este ciclo, por tangos volvió a recorrer el universo del compás binario arropado por Diego Montoya, Tate Núñez y Manuel Vinaza en el soniquete y el compás. Con paradas básicamente en Extremadura, supo engarzar con acierto los clásicos fandangos - que tanto le gusta realizar- bajo el halo del compás que le ofrecía un Antonio Higuero sabedor que las creaciones de melismas ‘ceperianos’ son el complemento perfecto para esta manera de decir el cante. Por fandangos llegó la tercera entrega, bajo las formas y manera de Cepero en el arranque, el Niño de la Calzá y Juan El Camas en versión Camarón para su continuación y rematar recordando al inmortal Caracol, consiguió su propósito de poner al público en pie, al igual que por bulerías con las que se despidió y cuajó una actuación para enmarcar.
Con el público en ebullición y bajo la responsabilidad de volver a su tierra, María ‘Terremoto’ (Jerez, 1999) cual faraona de los terrenos borbóreos llegó, vio y conquistó. Las capacidades vocales y artísticas de esta heredera de uno los legados más importantes del flamenco jerezano parecen no tener límites. Su mente es capaz de pelearse por tarantos recordando a Camarón o marcharse con su talega en la mano a lo más profundo de la mina levantina. Y el poderío de los tangos no pueden tener mejor artillería que Nono Jero con su toque y la sincronía del compás que imprimen Manuel Valencia y Manuel Cantarote. El talento natural de esta cantaora jerezana encuentra en este palo del cante tanto la comodidad como el espacio necesario para desarrollar un arco musical solo al alcance de quienes están tocados por esa varita que da el destino y que muchos buscan sin encontrar nunca.
Dedicándole a su padre la seguiriya, bajo el halo del cante del dolor presente ejecutó un viaje por esos lugares que son importantes para ella: Sevilla y Jerez. Dos tierras que se unieron en Joaquín Lacherna para el arranque, buscando posteriormente acomodo en el Marrurro y cerrar con esos aires que sólo un ‘Terremoto’ es capaz de impregnarle a Paco La Luz. Con Nono Jero perfumando de Javier Molina y la calle Merced el cinco por ocho que es genoma de un barrio que celebra y se duele en el cante como en pocos lugares se hace, impecable es el mejor adjetivo con el que se puede calificar uno de los mejores momentos de la noche, aun cuando faltaba todavía una bulería en la que una tiró de letras inmortales del cancionero popular jerezano y el otro de la casta de la casa tocaora a la que pertenece.
Son varias las ocasiones en las que hemos indicado que el baile debería tener una mejor ubicación en el desarrollo de las jornadas de este ciclo ‘Solera y Compás’ – es algo a estudiar para próximas ediciones-, si bien la guinda de la noche llegaba de la mano de la punta y el tacón de una referencia mundial del baile flamenco. Y de Jerez. Joaquín Grilo (Jerez, 1968). Nada más y nada menos. Genio y figura. Carácter y sello. Único en su especie. Capaz de bailar desmayado y sacarte después de punto en una carretilla tan limpia y diáfana como las copas en las que se sirve el vino de Jerez en la bodega. No hace falta repetir que es uno de los mayores y mejores embajadores que tenemos actualmente de la danza jonda en Jerez. Eso ya lo saben ustedes.
El dominio del tempo y los tempos del soniquete y el compás del artista jerezano provocan que cualquier parte de su cuerpo lleve la tierra implícita en la masa de la sangre. Y lo mismo que saca la alta escuela en las transiciones que navegan entre las alegrías, la caña y las bulerías, también es capaz de esconderse en su chaqueta o de señalar al cielo cual estrella del pop, en unos tangos que jugaron a ser tientos antes volver a enrazarse en un ramillete de replantes dignos del epílogo que protagonizaba. Verlo es un placer para los sentidos. No hay más. Es Joaquín. Grilo para más señas. Y aunque a él hace mucho tiempo que no le hace falta, se refrendó como lo que es. En su tierra. En Jerez. Porque Jerez con Joaquín tiene algo que vale su peso en oro. El no es mas que nadie, pero tampoco menos que ninguno. Es bailaor. Y de los buenos.
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