Nos llega a la redacción de FLAMENCOMANIA, tras las declaraciones de José Manuel Rodríguez Uribes, ministro de Cultura del Gobierno de España, un manifiesto firmado por Fernando López y Belén Maya en el que realizan una serie de consideraciones y reflexiones que pueden leer a continuación:
''Somos artistas del mundo de la danza con miedo y con esperanza, pero sobre todo con determinación. Hemos sobrevivido, con mucha pena y poca gloria, los últimos diez años de una post-crisis económica que se ha alargado y que ha dejado el llamado 'sector cultural' en los huesos.
Somos personas que, a pesar de todo, seguimos creando perdiendo dinero, tiempo y energía, no sólo por “amor al arte” sino por amor a los otros y a nosotros mismos: a nosotros mismos por necesidad de canalizar sensaciones, emociones e ideas, y a los otros por voluntad de hacerles sentir un poquito menos tristes, un poquito más cerca de ese sueño que todos venimos persiguiendo y que ha dado en llamarse 'felicidad'.
Somos artistas cansados de nuestra posición marginal en una sociedad que nos mantiene en un complicada situación de amor y desprecio constantes, puesto que al mismo tiempo que señala nuestra inutilidad, recurre a nosotros permanentemente no sólo para salir del aburrimiento, entretenerse o evadirse de la realidad circundante, sino para re-conectar con su esfera emocional y con su sensibilidad, y para hacerse una imagen un poquito más precisa de lo que significan cosas tan humanas como el amor, el deseo o la muerte.
Nos hacemos cargo de nuestras limitaciones y de nuestros errores; de nuestra tendencia a dejarnos absorber por nuestras preocupaciones íntimas y por los debates estéticos internos del mundo del arte que poco o nada interesan a aquéllos para quienes la creación no es su día a día.
Seguimos apostando por defender un espacio de creatividad sin fronteras, en el que ni el artista ni el espectador necesiten un "ancla" para sentirse seguros en mitad del océano de la experiencia estética y puedan flotar y nadar libremente en ella, a través de ella.
Somos artistas consientes de perder demasiado tiempo y energía en murmurar, criticarnos los unos a los otros, ensombreciendo el trabajo de los demás para hacer brillar el nuestro un poquito más y poniéndonos la zancadilla con una sonrisa, a veces incluso sin ser conscientes de ello, dando manotazos a quienes nos rodean como sonámbulos violentos: nos hacemos cargo de ello y prometemos ir un poquito más despacio para evitar darnos codazos en una carrera sin fin que deja a muchas personas talentosas en la estacada.
Somos conscientes de que para “transformar la sociedad” también tenemos que transformarnos a nosotros mismos, y de hasta qué punto resulta un acto generoso por nuestra parte invertir nuestro tiempo y nuestra energía en buscar(nos), experimentar(nos), investigar(nos) y cuestionar(nos), viviendo un estado cuasi-permanente de crisis, pero también de oportunidad, de curiosas y de apertura hacia lo nuevo.
Somos dignos. cuando creamos y actuamos nos enfrentamos dignamente a nuestras limitaciones y miedos internos y a duras condiciones externas, pero nos respetamos y respetamos nuestro trabajo.
Somos necesarios. Representamos sueños, hacemos de espejo, emocionamos y alegramos, creamos visiones de cambio, traemos recuerdos. ¿Cómo sería un mundo sin danza?
Somos, estamos y queremos permanecer. Tal vez ése sea el único propósito de este texto: decir que los artistas queremos permanecer y que más allá de las utopías (o dis-topías) que desde la “República” de Platón han tratado de echarnos de la ciudad por “ambiguos” y “mercaderes de engaños”, sabemos que no vamos a desaparecer.
Somos parte y por ello somos solidarios. Entendemos que, al igual que nosotros, muchos colectivos están sufriendo grandes pérdidas personales, laborales y económicas. Recordamos nuestra importancia sin separarnos, pero si haciéndonos visibles y pidiendo unas medidas de protección y ayuda acordes a las circunstancias de nuestro sector profesional''.
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