Cinco años acariciando a la Giralda vestido de primavera

Aquella mañana, el flamenco y las artes en general despertaron con una noticia de esas de las que te dejan tocado una temporada. Si. Una de esas noticias que sabes que van a llegar, pero que nunca quieres que llegue esa llamada de teléfono porque personajes como el que se nos fue para el reino de los cielos tal día como hoy, pero de hace cinco años, es de los que no nacen todos los días ni en todos los lugares.

Aquella mañana de 2015, ‘El Trovador de Triana’ que quiso nacer en Ceuta y que tenía por nombre el de Manuel Molina Jiménez, se subió a la barca de Caronte en el amanecer de un lunes de mayo después de acariciar a la Giralda vestido de primavera, dejándonos como recuerdo y legado un compendio de músicas y letras que han pasado por derecho propio al cancionero flamenco, andaluz y universal.

Aquella mañana no fue una mañana cualquiera, sino que fue el comienzo de un largo hasta luego. “Triana hecha persona”, como lo definió Alejandro Sanz aquel día, dejó huérfano al flamenco de su sabiduría, su gracia, su donaire y su particular visión del mundo, a través del octosílabo que encajaba como nadie al compás de bulería que irradiaba su cuerpo, porque el en sí mismo atesoraba el poder del pentagrama en su mirada, en su voz y en la energía que emanaba. 

Aquella mañana fue una mañana aciaga, de las que uno no sabe si es un mal sueño o es que es verdad que se ha marchado un icono y un mito para muchos de nosotros, un hombre libre, culto, de sensibilidad infinita y corazón enorme, músico y poeta de los grandes que supo plasmar negro sobre blanco tanto la belleza de la ciudad que le tenía enamorado como su pasión por esas musas que revoloteaban por una mente que caminaba siempre entre romeros en flor, cañaverales y el arroyo cantores.

Aún hoy recuerdo esa llamada de teléfono, de aquella mañana en la que, aún a la luz del día, miré como en el cielo brilló fuerte un lucero, pero en la que ya nada fue de color.