Cante sin conservantes ni colorantes (Cap. III)

La tercera sesión de cante, sin conservantes ni colorantes, es decir, sin amplificación alguna de sonido, que ha acogido el Palacio de Villavicencio en la tarde de ayer tuvo a Antonio Agujetas y Juan Lara como protagonistas. Ambos pertenecen a dos dinastías cantaoras fundamentales del flamenco de Jerez. Los Agujetas y Los Pacote. Casi nada.

El primero en romper el hielo fue Antonio de los Santos Bermúdez 'Agujetas'. Acompañado por Antonio Soto, que durante más de tres lustros fue escudero de su padre Manuel, el hijo mayor de 'Agujetas de Jerez' fue digno embajador del cante que se convierte en lamento y posee dentro de sí mismo toda la dureza de la realidad cruda y lacerante. Si figura, matratada por el avatar de la vida, no parece suficiente para sostener ni siquiera medio tercio de una soleá pero es inverosimil ver la capacidad de pelea y de genio que desarrolla cuando Antonio abre la boca.

Dos malagueñas del Mellizo fue el comienzo de su intervención, prosiguió por soleá, marca de la casa, al igual que la siguiriya, en la que su dolor traspasa la razón de lo corporeo. Su padre puede estar orgulloso del heredero que aún tiene en la tierra. Los fandangos sentenciaron un envite que se nos estaba empezando a quedar corto y las bulerias, con ese deje 'chalao' tan peculiar, puso fin a media hora larga de cante que esperemos que goze de mayor amplitud en el futuro.

Por su parte, Juan Lara se acompañó a la guitarra por Manuel Jero, que está en un estado de forma envidiable. El cantaor plazuelero es de los que tiene camino por recorrer en esto del cante d'alante. Su carrera, si bien como saetero es larga y contrastada, como cantaor practicamente está recorriendo sus primeros años de vida. Dicen que para cantar bien en 'La Plazuela' te tiene que correr sangre Lara por las venas y él la lleva. Su apellido Lara está entroncado prácticamente con todas las casas cantaoras importantes del barrio de la otra orilla del flamenco de Jerez.

Por soleá por bulerías comenzó Juan Lara para mantener la temperatura que había cogido la tarde. Es el cante de Jerez por antonomasia. Y con la guitarra que le ofrecía Manuel Jero nos fue llevando dentro del soniquete de este cante que juega a ser bulería sin querer perder la realeza solaera. Buscó el lamento del 5x8 de la siguiriya con facultades, respetando al toque y sacando el torrente de voz que tiene, que es capaz de callar hasta las golondrinas mañaneras. Por fandangos tiró de los maestros del cante de la tierra y, por bulerías, puso colofón a un recital de cante que estuvo muy a la altura de las circunstancias.

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